Friday, August 28, 2009

LA GRAN TRAVESIA



"Quien ademas del pan, pide sal,
no tendra fortuna por el camino".
(Al-Sharani)

Duermo muy mal, por la expectacion, y me despierto a las 5:30 de la manhana, listo para comenzar la odisea. Una patrulla de la policia con dos hombres armados pasa por mi a la pension, toman mis datos, y me acompanhan a tomar el autobus para Zahedan, y no me dejan bajarme de la patrulla hasta que no esta listo para partir el autobus. Es el reglamento, dicen, y en Zahedan habra otros policias esperandome.
El sol esta apenas arriba del horizonte y nos aprestamos a atravesar el gran desierto del Dasht-e Lut y a entrar en Baluchistan. Duermo un par de las cuatro horas de viaje y entreveo por las ventanas un desierto inhospito, no uno de esos amarillos, de dunas, sino gris y pedregoso. Por aqui han pasado por milenios las caravanas, y ahora que hay carretera siguen pasando cargadas de contrabando, por caminos que solo ellas conocen, entre esas aridas montanhas: llevan sobre todo armas y opio, pero tambien alcohol, que en Iran se vende caro en el mercado negro.
En Zahedan no me espera ninguna escolta policial, quizas porque no me han visto llegar, y arreglo un pasaje en un taxi colectivo hasta la frontera, que esta a otra hora de aqui. El taxista quiere 5000 toumams por persona. Por ahora va todo bien; "liscio", dirian los italianos.
Aqui la mayoria es baluchi, gente sunita y claramente identificable tanto por el aspecto fisico como por la vestimenta. Hace unas semanas hicieron estallar una bomba en una de las mezquitas chiitas de Zahedan, causando la muerte de veinticinco personas. Los Iranis, no sin razon, les tienen desconfianza.
Despues de esperar un rato en la estacion de autobuses de Zahedan somos solo dos pasajeros con rumbo a la frontera, un irani de Quetta y yo, por lo que terminamos pagandole 10,000 toumams cada uno por que si no a esta hora seguia esperando que se le llenara el taxi.
Llegamos a Taftan a la una de la tarde, una y media hora pakistani. Los tramites de ambos lados son sorprendentemente rapidos y en un abrir y cerrar de ojos estoy en Pakistan. El contraste con Iran es abismal, y por unos instantes se me cerro el corazon: es como cruzar la frontera entre Suiza y Guatemala, o guatepeor. Un chico baluchi me lleva por un par de dolares en su Toyota hasta el bazar, que es de donde salen los autobuses. Alto y delgado, con ojos de un azul muy profundo, con su turbante. "Baluch!", dice orgulloso, apuntandose al pecho: "no parsi, no pakistani, baluch!" Por lo que puedo ver Baluchistan es una de esas partes del mundo olvidadas de la mano de Allah, un salvaje oeste triste y polvoriento. Cambio pesimamente lo que quedaba de Rials por Rupias pakistanis y me siento en una sombra a aguantar las horas de sol y de calor antes de que salga el autobus, un Daewoo color rosa mexicano y decorado con el barroquismo kitsch tipico del subcontinente, aunque con motivos islamicos. Tengo un dolor de cabeza impresionante, pero estoy contento de haber salido de Iran sin problemas. Ahora toca enfrentarme a las tribulaciones que presente Pakistan, y a algunos placeres tambien, espero. Por lo pronto seran catorce horas de viaje hasta Quetta, la capital del Baluchistan pakistani.

*

Salimos a las cuatro. En el autobus somos cuarenta hombres, todos vestidos a la manera tradicional, con shalwar kamiz y turbante, con la excepcion mia y de Umair, un punjabi que vivio en Ecuador y que se convierte en mi companhero de viaje. Es de Multan, una ciudad importante del Punjab pakistani, y esta volviendo de America del Sur por via de Teheran.
No llevamos ni media hora de viaje cuando se descompone el aire acondicionado, lo que aqui, es una tragedia. Salimos todos a refugiarnos en los pocos metros de sombra que da el propio camion, y despues de unos intentos infructuosos por reparar el aire zarpamos de nuevo, con la puerta abierta como unica fuente de aire. Pasamos horas de sopor comatoso sudando mientras atravesamos un desierto mas arido todavia, con dunas de arena amarilla que devoran trozos enteros de carretera.
En un pueblo polvoriento resolvemos el problema del aire acondicionado para satisfaccion de todos, y cuando se pone el sol nos detenemos para rezar, pausa que yo aprovecho para mear y pasear un poco por la arena, mirando esta escena surrealista de cuarenta hombres, afganos, baluchis, pashtunes y punjabis, rezando juntos en un desierto a un lado de un autobus rosa que parece un arbol de navidad.
Ya de noche nos detenemos a comer carne de chivo y chapatis, en el suelo, sentados unos frente a otros. Alli me encuentro con dos viajeros que van en la direccion contraria: un chino y un irani. Ellos si llevan a un guardia armado. Intercambiamos informacion, y el chino me da unas fotocopias de la Lonely Planet de Pakistan y yo le doy a cambio mi edicion de Iran.
Seguimos por una carretera destruida por la que avanzamos a paso muy lento, por el carril izquierdo, como en Inglaterra, y en un par de ocasiones tenemos que detenernos y dar marcha atras cuando en el sentido inverso viene algun trailer mas grande que nosotros. Son momentos de tension porque es cuando suelen atacar los bandidos. Este es el salvaje oeste, pero de Pakistan.

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