Monday, February 15, 2010

PUSHKAR?



Pushkar. Pushkar?
El lago está practicamente desaparecido y los letreros que anuncias que está prohibido caminar con zapatos por la orilla, dada su santidad, parecen koans que apuntan a la naturaleza paradójica de la existencia o a la urgente redefinición del término orilla. La frontera entre la tierra y el agua, o una línea imaginaria (simbólica, ritual) entre lo sacro y lo profano? Brahma creó el universo material en este lago que los seres humanos miles (millones?) de años después, secaron por error: querían limpiarlo, lo vaciaron, y nunca volvió a llenarse. Una versión más del viejo adagio taoísta: no interfieras con el orden natural de las cosas. Hace tres años Pushkar era un pequeño paraíso a orillas del desierto, fresco y vivo, mientras que ahora hay en el aire un olor a decadencia y desesperación. Uno espera que el agua vuelva, y que esta sequía sea parte de un ciclo de una escala mayor que la humana, y que el lago haya estado seco antes, quizás, alguna vez, en tiempos olvidados. Pero el hecho es que este año el monzón vino y se fué, y dejó al lago seco otra vez, y la esperanza de un futuro mejor no le resta amargura al dolor de decir aquí había un lago, hermoso y sagrado. Pushkar ya no es la misma. Ahora es un pueblo polvoriento más, a orillas del desierto, y me pregunto que harán los monos si el agua no vuelve.
Estoy sentado en las escaleras de uno de los ghats, en un extremo de lo que fuera el lago, contemplando el gran llano en el que pasta una vaca solitaria y unos niños levantan al viento una cometa casera, naranja, de mala hechura. Frente a mí, del lado oriente, hacia Ajmer, sale el sol. Sale tarde, detrás de los montes, y por más que se levante por el cielo sigue haciendo frío: es el viento que llega del norte.
Estamos sentados, todos, alrededor del vacío, como esperando que suceda algo.

*

No obstante todo, hay aún mucha belleza, que gira en torno a los últimos charcos de agua.


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