Tuesday, February 9, 2010

LIKE A FISH NEEDS A BICYCLE




mutinous communities
i like the sound of it
it is like one long word
or two words inseparable
like commuter immunity
or belly-button-ring
which is three words, actually,
meaning one simple thing
in the middle of everything;
like four-lettered-words
a five-word-sentence
is blowing in my mind
now

*

En todos lados se cuecen habas, y descubro, con algo parecido a la tristeza, los trapos sucios del sikhismo que Naipaul desvela, uno por uno, en su capítulo “The shadow of the Guru”. Un movimiento religioso nacido con la intención de eliminar diferencias pero que poco a poco había evolucionado hasta convertirse en una religión distinta, que como todas las religiones, lo que hace es marcar diferencias. Ahora tengo la visión de un sikhismo dividido entre Nirankaris, o reformistas, y Amritdharis, o fundamentalistas (literalmente “los que han bebido del néctar”, una ceremonia de confirmación de la fé que convierte al sikh en una especie de brahmín, o de born-again sikh, y que no fue iniciada sino por el décimo gurú, Gobind Sing). De ahí surgen también los “chanar”, o intocables sikhs, y con el tiempo toman forma y se establecen tabús, y el sikhismo se viste cada vez más de un aura de martirio y de una pulsión hacia la muerte (“death-wish”), que si bien responde a la experiencia histórica de los sikhs, siempre en guerra, adquiere matices extremos, y no es casualidad que el néctar que beben los amritdharis sea simbólicamente mezclado con la espada del Califa Alí de los chiítas, mártir excelsis, yerno y sobrino del profeta Mohamed. La religión de la unidad vive en pie de guerra, y no solo hacia fuera, sino hacia adentro de la comunidad también, y los reformistas comienzan a ser considerados heréticos, y la sangre corre. El sikhismo empieza a parecerse cada vez más a un monoteísmo estándar, a una religión “del libro”, una religión de profetas y revelaciones, de líderes exaltados, como Bhindranwale, de fundamentalismos y alienación, de lucha armada y de terrorismo, que no hace mucho, en 1984, puso en jaque al estado Indio, en una serie de acciones y reacciones que terminarían con la masacre en el Templo Dorado de Amritsar (la infame “Operation Bluestar”, en la que moriría, entre muchos otros, el líder carismático del fundamentalismo sikh, Bhindranwale), y con el asesinato de Indira Gandhi por manos de su guardia personal (todos sikhs) en su casa en Delhi. Y cabe mencionar que sus guardias la asesinaron no tanto por haber masacrado a Bhindranwale y sus secuaces, sino por haberlo hecho dentro del recinto sagrado del Templo Dorado.
Del millón de motines de la India el de los sikhs es uno grande, y la rabia vive dentro de la comunidad sikh, y es parte de su conciencia colectiva. Que gurú Nanak me perdone, pero el mundo necesita una nueva religión como un pez necesita un paseo en bicicleta al aire libre.

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