Sunday, January 24, 2010

WALK THE WIRE


“The great value of a high-wire act is that it has no practical value. The fact that so much skill and effort and courage can be directed into something so ostensibly useless is what makes it useful. That’s what affords it the power to lift us out of context and carry us -elsewhere”.
(Tom Robbins, Villa Incognito)

Qué fascinante es el proceso de creación de un personaje ficticio libremente basado en un uno mismo, aunque fundamentalmente diferente también. Anna, el personaje que ha inventado para sí misma Doris Lessing, inventa a su vez a Ella: “I see Ella, walking slowly about a big empty room, thinking, waiting, I, Anna, see Ella. Who is of course, Anna. But that is the point, for she is not. The moment I, Anna, write: Ella rings up Julia to announce, etc., then Ella floats away from me and becomes someone else. I don’t understand what happens at the moment Ella separates herself from me and becomes Ella. No one does. It’s enough to call her Ella, instead of Anna”.
¿Cómo sería el personaje inventado por Luis, en parte yo, y en parte invención, satisfacción de deseos, proyección de miedos, boleto para la escritura libre, separado de mí lo suficiente para poder abrirse honestamente, para salir a la luz como un personaje nuevo? Podría llamarlo, por ejemplo, Harry. Harry Ohm. Mexicano cuarentón, hijo de un gringo originario de algún país de Europa del este, y de una mexicana de Manzanillo, y equilibrista por afición, quizás. La novela, o los falsos diarios, tendrían que ser bilingües, porque esa es la realidad de Harry, que nació en alguna ciudad del midwest, pero fue criado en Manzanillo, Guadalajara, el deefe. La caracterización del mexican-american es vasta, aunque maniquea y llena de prejuicios, y otros rencores y resentimientos.
No existen clichés, en cambio, ni siquiera caracterizaciones memorables, del american-mexican, o del half-american, half-mexican (que es el caso de Harry). En parte porque los hay menos, y en parte también porque México es el verdadero melting-pot, y el gringo-mexicano no vive en el barrio de los gringos y habla inglés, ni es segregado. Quien nace o crece en México es mexicano, y punto, y es aceptado como tal sin cuestión: es sólo la mirada incrédula del otro, del extranjero a nuestra realidad cultural, la que intenta decirte que no lo eres, como Mike, el canadiense que conocimos en el tren hacia Varanasi, cuya conciencia intentaba surgir, como una débil lucecita, de las profundidades del pozo de sus prejuicios culturales, raciales, o whatever, cuando me preguntó de dónde era y le contesté México. Sus ojos se abrieron muy grandes y luego parpadearon dos o tres veces seguidas. No lo podía creer. Y eso que es canadiense y no llevaba penacho.
No tengo idea de cómo termina la historia de Harry Ohm, y mucho menos de cómo empieza: es más un collage, o un rompecabezas incompleto del que iré encontrando piezas, aún sabiendo de antemano que nunca encontraré todas, que nunca será completado. Una misión condenada al fracaso, pero necesaria. Misteriosamente necesaria.

*




*

No comments:

Post a Comment