Friday, January 22, 2010

NIMBUS


Suena el armonio, notas largas como lamentos y las voces hare krishna hara rama, voces antiguas teñidas por el cansancio de la repetición ritual flotan sobre la superficie de mercurio de Ganga que pasa a su vez densa e impávida frente al circo de la humanidad, los cometas de colores en el cielo, y los niños unidos a ellas por hilos invisibles.
Cae la tarde otra vez en Benares, suavemente, y estoy sentado aquí con mi chai para contemplarla. Un enorme cúmulo-nimbo se deshace como un chorro de leche en el cielo, último recuerdo del tifón que azotó Bombay hace unos días y que dejó su rastro de lluvias y frescura en el aire, y en el suelo una capa de lodo espeso hecho de mierda y basura. Se acerca el invierno.

*

Tuve mi primera clase de sitar con Shyam, que mañana sale de viaje, a dar unos conciertos en Assam. Fue una suerte encontrarlo antes de que se fuera porque así me dejó un montón de ejercicios y me prestó un sitar para empezar a practicar. También saludé a Sandip, y a los tíos Keshava y Shiva, así como al resto de la familia. Con Ale y Bernardo se abrió de pronto el mundo de las mujeres y de los niños de la casa. Keshav, el papá de Sandip, quiere darle unas “clases” de tabla a Bernardo, y le está encontrando un maestro de flauta a Ale. Nos están adoptando, y nos estamos dejando adoptar. Nuestro amigo Jake también está aquí, tomando clases de armonio y canto con el tío Shiva. Estamos instalados provisoriamente en la Vishnu Resthouse, en Pandhey Ghat, mientras encontramos un alojamiento mejor y más barato, porque si bien las cosas han cambiado poco en tres años, los precios se han multiplicado desproporcionadamente.
Estas mudanzas, que por ahora han sido mensuales, más o menos, son muy pesadas, y nos tardamos varios días en acoplarnos, en encontrar una nueva rutina y sentirnos cómodos, lo que se traduce en momentos de cansancio y mal humor. Pero es sobre todo una cuestión de espacio vital: Lebensraum. Un espacio para mí, un espacio para Ale, un espacio para Bernardo, y un espacio para Ale y para mí. Todo cabe en un jarrito: con dos habitaciones basta, y si le sumamos una cocina estamos en el paraíso.

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