Saturday, March 13, 2010

HAPPY TOGETHER


Para Babu.

“Imagine me and you…”
(The Turtles)

Hoy me desperté echando de menos a Babu. Echando de menos el ruido y la energía desenfrenada que desata por las mañanas, como un torbellino, esa misma energía de la que, admito, necesito también a veces un descanso. Hace seis meses que estamos juntos, todos los días, a todas horas: nada para nosotros los nómadas de esa obligada separación oficina-escuela. La nuestra es una relación de tiempo completo.
Babu y yo tenemos algunos rituales que nos gusta celebrar, rituales sencillos, como caminar por la calle o la playa de la mano, hasta que de pronto se siente “niño grande” (o “Spiderman”, que es un sinónimo) y se suelta; entonces le digo “a ver quien llega primero”, y hago como que voy a empezar a correr: Babu sale corriendo y no se voltea hasta que se ha cansado, y cuando lo alcanzo me vuelve a agarrar de la mano, en silencio, como si nada. Dentro del mar Babu está siempre emocionado y pega chillidos que son una mezcla de alegría y de terror, y cuando siente que sus pies no tocan ya la arena se aferra a mi cuerpo, a cualquier parte (sus pies en mis rodillas, sus rodillas en mi cintura, sus manos en mi cuello) con desesperación, y murmura “papá, papi, papá”, palabras que surgen desde el fondo de su instinto primordial y de su intuición, puesto que nadie se las ha enseñado, y designación que acepto orgulloso, con una sonrisa y una ligera inclinación de la cabeza, como si un rey me hubiera nombrado caballero. El sigue pataleando y yo intento soltarlo para que nade, aunque sea un poco, y lo azuzo diciéndole que menudo pirata va a ser si tiene que ir pegado a mí, pero no hay manera, ni más remedio que lanzarlo de clavado y verlo acercarse otra vez de perrito. Una vez en la arena jugamos al toro y al torero, toreándonos por turno hasta que Babu se cae de lo mareado entre risas de mono aullador. Pero pocos rituales le gustan tanto a Babu como el de ir a hacer pipí juntos, a un lado del camino, contra un árbol, en el baño o donde sea; me grita “espérame!”, y corre hasta ponerse a mi lado y entonces vaciamos juntos nuestras vejigas, con grandes suspiros de satisfacción. Me gusta verlo sentado en el tren mirando por la ventana en el silencio más profundo, hipnotizado por el paisaje fluctuante, y por unos instantes veo el mundo una vez más a través de sus ojos. Babu está creciendo a pasos de gigante y me siento contento de ser testigo y parte de su florecimiento, de abrirle posibilidades y sí, de ponerle límites también, de tratar de responder a sus preguntas sobre la muerte, de ayudarlo a entender que si añadimos un coco a dos cocos tenemos, sorpresa!, tres cocos, y sobre todo de verlo volar cometas, un arte sofisticado y sutil que yo no he podido dominar jamás, y para el que él tiene un don natural. “Fly kite!”, grita en éxtasis en su inglés de pequeño indio, y un día cuando le pregunté qué erra lo más importante en el mundo para él, contestó sin titubear: “Las cometas”, y cuando cruelmente insistí en que qué era más importante, si Mu (su inseparable oso de peluche), Ale (su madre), o las cometas, la respuesta volvió a ser la misma. Yo no puedo sino imaginar la increíble sensación de libertad y de poder sobre los elementos que significa para un niño de tres años volar una cometa a más de cien metros sobre la tierra, desfiando al viento, viéndola atravesar el horizonte infinito iluminada por el sol, unida a tu mano por un hilo finísimo, casi invisible.

http://www.youtube.com/watch?v=Db6AswqbS5o

No comments:

Post a Comment