Friday, March 5, 2010

EL TIEMPO



The simple truth:
Self is other and
Here is there.

*

Dejamos la pensión en el cocotal por un par de habitaciones rústicas en una ranchería al lado de la playa. Las casitas son tradicionales, de adobe con techo de palma, pequeñas y obscuras, pero estamos entre campesinos y pescadores, en una hermosa y sombreada franja de tierra entre el mar, por un lado, y huertos y sembradíos por el otro. El precio total por las dos habitaciones es de 160 rupias al día, poco más de tres dólares, lo mismo que nos cuestan un plato de pescado con papas, ensalada, y una cerveza. Son días de mar y de sol, de lecturas interminables en hamacas, y de sentir sin prisas el paso del tiempo, que adquiere cada día un carácter más abstracto. Es perfectamente natural que los viejos en el trópico no sepan cuantos años tienen.
Mi única lectura estos días es el mastodóntico “Shantaram”, la novela autobiográfica de Gregory David Roberts, un ex-junkie australiano que escapó de una cárcel de máxima seguridad en su país para iniciar una nueva vida (con nuevo nombre, y pasaporte Neo-Zelandés) como mafioso en Bombay, ciudad maravillosa que surge poco a poco como la verdadera protagonista de su novela de casi mil páginas. En Bombay aterricé, hace casi nueve años, a las dos y media de la mañana, y en Bombay tuve mis primeros vislumbres de la India, y Bombay será, ahora, la última etapa India de este viaje, cerrando un círculo de manera tan elegante como casual. En estos días cumplí mi primer año indio, y celebro para mis adentros con una sonrisa: entre los tres viajes que he hecho a este país son ya más de doce meses los que he vivido aquí. Un año. 1/41 de mi vida. Ni mucho, ni poco tampoco.

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