Monday, December 21, 2009

EL HOSPITAL



De pronto, hace dos días, nos convertimos en un hospital, primero yo con unas temperaturas de 39 y feria, inexplicables en cuanto no acompañadas de infección estomacal, ni de garganta ni nada, lo que me hace pensar que es una fiebre “reguladora” debida a la eliminación de toxinas provocada por el yoga, por tanta asana, pranayama, kriya, bhandas, etcétera: espero que así sea… y luego Bernardo, que amaneció con fiebre, en su caso perfectamente aducible a un atracón de pizza que se dieron anoche él y Ale en el Little Buddha Café, mientras que yo descansaba en casa, leyendo “Last Orders”, la curiosa novela sobre la vida y la muerte de gente común que le valió el premio Booker del 96 a Graham Swift.
Los estados febriles son muy interesantes, y además de obligarlo a uno al reposo, entra uno en una especie de slalom entre el sueño (ligero y cargado de sueños) y la lucidez. Incapaz de realizar actividades que consuman energía, lo que incluye escribir, y cuando sube la temperatura incluso leer; el cuerpo descansa alterando los escalofríos y los sudores, mientras que la mente divaga, libre de una conciencia controladora.
En todo esto Ale es la enfermera.

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