Sunday, December 27, 2009

ANTHROPOS ZOON POLITIKON.



Sigo febril, y harto ya de no poder nadar en el río, ni de ir a yoga, pero evidentemente lo que necesito es reposo. Menos mal que me enfermé aquí y no cuando estaba de viaje, atravesando Irán o Pakistán. El cuerpo es sabio y sabe lo que hace.
Hace un par de días conocí a Jake, un chico de Wisconsin que vive en Portland, Oregon, y que toca el ukelele, y nos hemos puesto a tocar juntos las canciones de Beirut, mirando el Ganges al atardecer. Está recuperándose también, en su caso de algo más grave: tifoidea. Ale, que está mejorando mucho con la flauta, nos acompaña a veces, lo mismo que Bernardo, golpeando con unos palos el suelo.
También volvieron de sus aventuras en moto por las montañas Laly e Yves, nuestros amigos canarios de Macleod. Se van mañana en tren a Varanasi, y he de decir que he sido pobre compañía, en estos días, con mi sweater y mi bufanda y mis tesitos.
Es hermoso ver como se agregan y desagregan pequeños núcleos sociales, la red de amigos y de familia que el viajero construye en el camino por instinto, y que van dejando huella en la memoria, en la constitución ontológica, tanto como, y en ocasiones más que, amigos o parientes de largo tiempo (los parientes son siempre de largo tiempo).

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