Sunday, February 28, 2010

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS


“In order to write I need some sense of urgency, but also some peace of mind. Too much peace and my hand gets lazy; too much urgency and it's paralysed”.
(Amin Maalouf, Balthazar's Odyssey)

Llegamos a Gokarna el día preciso, exactamente, en que pavimentaron la calle principal. Un viejo hippie francés que comía fish curry con salsa de coco dijo new roads bring new people, pero nosotros llegamos caminando por la terracería, los últimos quizás que vinieron a un pueblo de pescadores con una playa casi vírgen, un templo con sus sempiternos peregrinos y su puñado de viajeros, pocos, por la gracia de Neptuno.
La terraza con un millón de palmeras y el canto de las ranas perezosas es el mejor estudio que un traductor soñó jamás. Tazas de café fuerte de Gujarat y los porros que periódicamente viene a hacerse nuestro vecino Tobjan, el cocinero sueco. Una hamaca, y familias de Langures. Nowhere else I'd rather be.

Friday, February 26, 2010

TRÓPICOS




Estamos a bordo del Vasco da Gama Express, que va desde Patna hasta Vasco da Gama, en Goa, y al que nos subimos en la parada que hace en Mughal Sarai, un pueblo polvoriento a una hora de Varanasi y del otro lado del puente sobre el Ganges, desde el que vemos por última vez a Ganga Ma. No pude evitar un pequeño estremecimiento de emoción cuando el río desapareció de mi vista, por la ventanilla trasera del rickshaw. Por la noche cruzamos todo Uttar Pradesh y de día todo Madhya Pradesh, y ahora que son las cinco de la tarde y el sol llega fuerte pero oblicuo, estamos en medio de los fértiles y subtropicales campos de Maharastra. Hemos dejado atrás el frío y la neblina, y esta noche pasaremos a un lado de Bombay, desde donde el tren seguirá hacia el sur para llegar a Goa finalmente mañana por la mañana. Duración total del viaje: 39 horas (si no hay retraso). La idea es bajarnos en Margao, y de ahí seguir hacia el sur hasta Gokarna, en Karnataka (el estado que está entre Goa y Kerala, cuya ciudad más grande es Bangalore, pero cuya capital histórica es Mysore), que está a otras dos o tres horas de camino, ya sea en tren o en autobús.
Por la ventana se ven plantaciones de plátano, de caña de azúcar y de tabaco. Parece Colima. No hay mucha posibilidad de trabajar en un tren indio, así que paso el tiempo leyendo “El periplo de Baltazar”, de Amin Maalouf, comiendo, durmiendo, platicando con Sam, un viajero australiano que viene en nuestro compartimiento, y mirando el paisaje por la ventana, respirando tanta verdura.

(...)

Después de dos días arriba del tren llegamos a la estación de Margao, al sur de Goa, y rápidamente se siente la enorme diferencia con la India hard-core del norte. Aquí es todo calor y palmeras y sonrisas y piel morena, todo más limpio y tranquilo y por unos momentos me parece estar en alguna pequeña ciudad del estado de Veracruz. Se siente la presencia portuguesa también, en los nombres, la arquitectura, y las iglesias católicas. Estaremos poco en Goa, unas horas en algún café, para reponernos del machaque del viaje, y luego seguiremos nuestro camino.

(...)

De Margao nos fuimos hasta Karwar, una pequeña ciudad de la costa poco al sur de Palolem, y de ahí a Gokarna en otro autobús más, y las dos horas y media resultaron ser cinco, aunque el camino es delicioso y la temperatura cálida sin llegar a ser pegajosa o molesta. Todo es más limpio y más verde y más sereno y las lenguas son otras, Konkani y Kannada, más melifluas, y lo mismo las escrituras, más garigoleadas, más parecidas a los idiomas del sureste asiático. Por la carretera pasamos muchos arrozales, lagunas y esteros, y justo antes de llegar a Gokarna vimos a un espléndido y enorme sol rojo ponerse detrás de la verdura.
Para mí hay un placer especial porque con la excepción de Amritsar, este es el primer lugar “nuevo” que veo en la India en este viaje, y estoy feliz, con la felicidad de los ojos vírgenes que se posan sobre una nueva flor, un nuevo día.

*



“A fly undid an eagle
And made it bite the dust
And that's the truth
I saw the dust myself.

The fish climbed the poplar tree
To eat some pickled pitch
The stork gave birth to a baby ass
What language did it speak”.

(Yunus Emre)

*


Thursday, February 25, 2010

THIS IS THE END, MY ONLY FRIEND



Harry Ohm asked himself what keeping a diary does to a man’s psyche: is it merely an exercise in self-absortion? Is it akin to therapy, or else a disease? Funny how it takes up a relatively small amount of time (not more than a few hours a week), and yet becomes so central, only because it presents us with recorded excerpts of our life. Sometimos I feel it is like a drug, an anchor, something that gives solidity to a fluid, wandering existence. I write therefore I am. That is trae, but it also is so-oh-incomplete. I play therefore I am, I fuck therefore I am, I think therefore I am, I shit therefore I am, I get angry I cry I laugh I sleep therefore I am, and I also am, quite simple.
I (evberything) therefore am.
I am (everything).
I anda m are inseparable. There is no I that is not. (Harry smiles as he realises he’s talking like Sartre now, but Sartre is also part of who he is. Quite simple actually).

*

Miércoles 13 de enero

No hubo manera con las visas, por lo que hemos decidido viajar al sur, a Gokarna, para pasar unas semanas a orillas del mar antes de emprender el camino de regreso. Varanasi no está siendo fácil estos días, entre los cantos con altavoz (más que cantos aullidos… Cheenie, la chica de la casa, dice que más que llamar a dios lo están ahuyentando) de los peregrinos del dharamsala (refugio) que tenemos a diez metros de nuestra ventana, y que están aquí por millones para el inicio del Khumb Mela, con el frío y la absurda insistencia con la que la familia enciende fogatas ADENTRO de la casa, y las alimenta con gasolina, llenando todo de un espeso humo negro que nos tiene a todos tosiendo y llorando y escupiendo negro y que por más que tratamos de explicar lo mal que hace nos miran con ojos vacíos, de borrego (total ellos viven en el piso de abajo y el humo SUBE), y finalmente con la lluvia, que volvió hoy para convertir nuevamente las calles en ríos de mierda y lodo. Varanasi será fascinante, pero es indudablemente mala para la salud. Creo que difícilmente volveremos a pasar una larga temporada aquí, y empiezo a estar ansioso por irme. Son días de empacar, de mandar paquetes (las nuevas camisetas de la banda a Italia, el sitar a México), y encima de todo me llegó una inmensa traducción legal, gris y monótona como suelen serlo, y Varanasi es probablemente el peor lugar del mundo para trabajar, con los cortes de luz, el ruido, la pésima señal de Internet, y ahora el frío y el humo que tenemos en casa.

*

Sábado 16

No he hecho nada más que traducir y preparar la partida, viendo y sintiendo como todo a mi alrededor es un hormigueo humano. El Kumbh Mela es en Haridwar este año, pero quien no puede ir hasta allá viene a Varanasi, y no serán millones pero si son cientos de miles (Kumba Mela es la agrupación más grande de humanos en la tierra, la única que se ve desde el espacio), y ayer se bañaron todos en el Ganga para celebrar ritualmente el eclipse parcial solar, que yo sentí por el cambio de temperatura y en la calidad del color y de la luz; la consigna era “snam, dhyan y daan” (baño ritual, meditación y limosna para los pobres). Pero no hay tiempo para todo eso, y estoy en el cafecito que cariñosamente bautizamos como “el café de Moran”, trabajando en la traducción, en papel porque la computadora se puede usar solo cuando hay electricidad, o sea muy de vez en cuando.

Wednesday, February 24, 2010

EL TURNO DE NOCHE



“Se réveiller et se trouver dans un pays où l’on vient pour la première fois. On se frotte les yeux, qui sont rougis et fatigués. On voit trouble. Des hommes que l’on imaginait pas. On s’attache à eux. À force de les fréquenter, on ne fait plus qu’un avec eux. On s’en va. On se souvient d’eux quand on reste pour un temps chez soi, à l’heure où l’on se couche pour dormir. Le souvenir n’a de valeur que quand on sait que l’on repartira pour un nouveau voyage. Le pire des reniements, le plus grand désespoir est de jeter l’ancre dans son pays et de vivre de souvenirs”.
(Nikos Kavvadias, Le quart)

Domingo polar.
Termino de leer “Le quart” (el turno de noche), de Kavvadias, y lo celebro como el último marinero-escritor. El rebétiko hecho novela: los dolores de Malcolm Lowry terminados, en cuyo lugar queda un hoyo nada más, un hueco sin fondo que llena el mar, y ocasionalmente una mujer, puta o no puta, da igual.

Tuesday, February 23, 2010

EL RIO DEL OLVIDO



Ya se fue la Edy, después de su fugaz pero intensa visita a la India. Es un placer viajar y estar con ella.
El día en Varanasi amaneció frío pero soleado, y salimos a los ghats para que nos diera un poco de ese sol tenue que me recuerda a Inglaterra. La ciudad de este lado está tranquila y el único alboroto lo hacen los perros; hasta los pordioseros y los boat-wallahs nos dan un respiro, será porque nos tienen muy vistos. Los días que nos quedan aquí están contados, y estarán dedicados casi enteramente a la música. Las clases con Shyam van muy bien, y siento que estoy entrando en una nueva dimensión con el sitar. Aparte de eso la prioridad es decidir sobre el proseguimiento del viaje, y preparar todo lo necesario: visas, boletos, etcétera; pero no ha resultado nada fácil y todo está aún en el aire.

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Idea para un cuento: un periodista de Guadalajara, ya viejo, sale a caminar por las calles vacías una noche de insomnio y, con el silencio, el frío, y la claridad que conllevan, redescubre los placeres de la observación de las cosas pequeñas, aquéllo por lo que había una vez deseado ser periodista. Los recuerdos nos cuentan su historia, su amor por la verdad a secas, su valor para enfrentarse al poder, allá por los años violentos posteriores a la revolución. De como se hizo un nombre y pagó con el miedo sus osadías, de como creció su fama, de como se durmió en sus laureles, y de como se encontró ya viejo, caminando solo de noche, por las calles vacías de su barrio. Un pequeño homenaje a mi abuelo.

EL POBRE DE ADRIEN

Sunday, February 21, 2010

UNA NUBECITA NEGRA



Pequeña conmoción en el ghat cercano a casa: están filmando una película. Nos acercamos para descubrir la cara conocida de Adrien Brody, que es probablemente uno de mis actores favoritos. Afortunadamente los indios no tienen idea de quien es porque si no les sería imposible rodar. Me detengo a charlar unos minutos con un indio de la producción que me informa que la película se llama “The Experiment” y que el director es un gringo, Paul Sheuring. La escena: Adrien está sentado en uno de los pilones a orillas del Ganges; está pensativo, triste quizás, mirando el agua. Lleva un gorrito blanco en la cabeza, como los que usan los musulmanes, una bufanda musulmana también, y una mano vendada. De pronto interrumpe su ensoñación una rubia con unas trencitas, se miran, se abrazan, se dicen algo (la escena está filmada de lejos). Una y otra vez, la misma escena, corte, y las mismas caras compungidas. Hacer cine es una de las cosas más aburridas que existen. Toma veintiséis.
 
    *
 
Por la tarde de paseo a Assi Ghat. Leo una parte del diario de Allen Ginsberg de cuando estuvo en Varanasi en el 62: morfina, basura, mierda, y la verga de Peter Orlovsky. A la orilla del río me siento en cuclillas a ver a unos perros devorándole las tripas a un toro muerto, un enorme toro café con unos largos y majestuosos cuernos que apuntan a la vez hacia el cielo y hacia la tierra. Los perros son cinco y esperan pacientemente su turno para excavar en el interior de la bestia. Es probablemente la única carne que comerán en mucho tiempo. Estoy a unos diez metros de distancia, preocupado por la peste, pero al parecer la carne está fresca todavía.
Estoy de mal humor. El viaje por momentos se me sale de las manos, no lo siento mío ya, me siento presa de obligaciones y de responsabilidades y de necesidades que no son estrictamente mías y que no quisiera siempre compartir, y las circunstancias no son favorables: por razones burocráticas se está esfumando el viaje a Bangladesh, y las opciones se reducen a volar a Sri Lanka (demasiado caro, sobre todo los tres boletos de avión), o irnos de regreso a México cuando venza la visa, que es en poco más de un mes.
Pienso esto y otros pensamientos negros mientras frente a mí el río es una extensión casi inmóvil de agua gris, y los cuervos esperan a que la carne se pudra para comérsela. Craa, craa. Hoy el chai es demasiado dulce y los pordioseros demasiado insistentes y vuela sobre mí, omnipotente, el ángel de la desolación. Extiende sus alas, como nubes, y cubre todo.
Volvemos por el río, con un barquero silencioso, Caronte hindú, negro y flaco, que fuma beedis y mira hacia adelante con unos ojos demasiado antiguos. Desembarcamos en Manikarnika ghat, donde las piras funerarias están trabajando al máximo porque el invierno crudo aumenta el número de muertos entre los pobres, los viejos, los enfermos. En pocas palabras un bonito día para estar de mal humor.
Cuando volvemos a casa, al caer la noche, el pobre de Adrien está todavía sentado en el pilón, intentando terminar la escena.

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Saturday, February 20, 2010

UNA RUEDA EN EL CAMINO



Hace mucho más frío en Varanasi ahora que cuando nos fuimos, y la niebla cubre a la ciudad y al río permanentemente, dándole una textura láctea a la existencia. Todo parece más misterioso, más medieval aún, bajo esta nueva luz cargada de silencios, de ecos remotos. Kashi, la ciudad más antigua del mundo, la ciudad del sol; Kashi más antigua que la historia y que los dioses mismos.

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Ayer nos encontramos a nuestra amiga Cécile, la francesita que conocimos en Rishikesh. Acaba de volver de Nepal y trae malas noticias sobre la renovación de visas indias: nuevos reglamentos que ponen en entredicho nuestra estancia en la India y también, en consecuencia, el encuentro con Stefano y Vicenzo a finales de febrero. Pero ella es adorable y la hemos adoptado.
Hoy pasamos el día en Sarnath, respirando aires budistas. El frío es intenso y la niebla sigue cubriendo todo, pero estamos muy contentos y viajamos calientitos, todos apretados en el asiento trasero de una moto-rickshaw.
La rueda del dharma sigue girando, aunque ya no me quedo fascinado mirándola girar. De todas las parábolas budistas quizás la que más me gusta es la que equipara al dharma (al buda, al budismo) con una barca que permite al viajero atravesar un río. Una vez del otro lado el viajero se olvida de la barca, y la deja ahí para que otros sigan cruzando. En la versión taoísta el río es un pez y una red ocupa el lugar de la barca, pero el mensaje es el mismo. El medio es el mensaje y el mensaje es la vía del medio.

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Friday, February 19, 2010

01 01 10


Era treinta y uno de diciembre del año 2009 y ahora, como por arte de magia, es primero de enero del dos mil diez. Suena futurista, con todos esos ceros y unos
01 01 10
Binario, cibernético, y muy ojón.
Termino de leer “All Tomorrow’s Parties”, de William Gibson, a bordo del Marudhar Express, de Jaipur a Varanasi. Sueños y pesadillas post-cyber-punk, como las grandes urbes de la India y, curiosamente, los mensajes de año nuevo del Chícharo (Santa Claus pidiendo limosna en el eje central) y de Nino Milone (unos tipos bañándose con máscaras anti-gas y bebiendo champán en una playa del mediterráneo, con palmeras de fondo, fotografía en blanco y negro). No tengo idea de que traiga consigo este año, y tampoco me interesa mucho saberlo: mucho mejor vivir día a día. Y hoy estoy exhausto. Salimos del hotel en Pushkar (el Sai Baba Haveli) a las ocho de la mañana y viajamos en camión primero a Ajmer, y luego de ahí hasta la caótica Jaipur (capital del Rajastán y ciudad de casi dos millones de habitantes) con tiempo suficiente para comer algo y volver a la estación y subirnos al tren. Son las cuatro y media de la tarde y estamos atravesando un paisaje semi-árido salpicado de zonas fértiles que el sol de esta hora pinta de un amarillo suave, casi dorado. Qué difíciles son, insisto, los traslados en la India, y en especial el movimiento en las ciudades grandes, en las que hasta la cosa más sencilla parece una operación imposible por la que hay que luchar con garras y dientes. Hoy me hubiera gustado linchar a los rickshaw-wallahs, al poco informativo oficial de las ferrovías, y al cajero del Coffee-Day. Como bien decía Totó, cada límite tiene una paciencia.
Pero una vez en el tren volvió la paz, y ahora, ya de noche, atravesando algún lugar perdido de Madya Pradesh, cenamos lo poco que tenemos (un pan integral, unos chícharos crudos y un poco de vino), y leemos mecidos por el tren, mientras Babu duerme plácidamente en la litera superior.



Es difícil escribir en un tren en movimiento, especialmente uno indio de segunda clase que se mueve más que algunos juegos de la feria. Amanecimos en Lucknow, a las ocho y media de la mañana, que es exactamente a la hora que debíamos llegar a Varanasi. De Lucknow a Varanasi son seis horas de camino, si es que no hay más atrasos. El día está helado y hay una densísima capa de niebla que evita el paso de los rayos de sol, y de la vista más allá de unos veinte metros, y que bien puede ser la causa del retraso. Vamos muy lentos y por la ventana, por la que se cuela un gran frío, voy viendo la vida que se lleva a cabo a los lados de las vías del tren; hombres trabajando en la estación de Akbar Ganj, campesinos con grandes y antiguos azadones, escolares en bicicleta, y grupos de hombres con enormes bufandas de lana enrolladas por encima de la cabeza, al estilo indio. No ha pasado el hombre del chai y me estoy resfriando.
(Horas más tarde).
El tren llegó finalmente a Varanasi Junction con ocho horas de retraso, y para cuando entramos a la casa, después del enésimo conflicto con un rickshaw-wallah (los de las motos, siempre los de las motos), eran las cinco de la tarde, es decir treinta y tres horas después de haber salido de Pushkar. Estamos agotados y Bernardo llegó con fiebre y dolor de oídos. En el tren compartimos asientos y comida con Jeff, un canadiense realizador de documentales de viaje para Nacional Geographic (el programa se llama “Which way to…”) y su mujer, una japonesa de nombre Setsuko. Jeff es el primer viajero que conozco en este viaje que ha estado en Bangladesh y me da algunos consejos y la buena noticia de que es un país maravilloso. Esperemos que así sea, que nos den la visa y que sea una aventura feliz más. He estado leyendo la guía de Bangladesh que me regaló Edy y se ve muy pero muy interesante: un país que es un delta, todo tigres (aunque sean solo tres, y tristes), elefantes, agua y musulmanes.


Thursday, February 18, 2010

POR EL DESIERTO


Ayer por la tarde dimos un paseo en camello por los cerros desiertos en torno a Pushkar. Un día frío, polvoriento, que concluyó con un atardecer perfectamente apocalíptico, con un sol como una bola de fuego naranja que se hundía en el horizonte, mientras que por el otro lado salía una luna casi perfecta. Íbamos dos por camello; dos camellos viejos y cansados de tanto trabajar, guiados por su dueño, un gitano de nombre Pachu, y su hijo. Pachu habla poco inglés y es tartamudo, mientras que su hijo es sólo silencio. Un paseo triste pero majestuoso, con paisajes, naturaleza, y gente vista desde las alturas de nuestras carabelas del desierto, mecidos por el paso lento y firme de las bestias. Bernardo y yo en el camello de atrás, bautizado “Tony”, nombrando todas las cosas de este universo primordial, mientras los huesos del culo iban volviéndose polvo.


Wednesday, February 17, 2010

TOUTES LES ETOILES


“Toutes les étoiles sont belles. Nous autres nous avons besoin des corps célestes quand ils se trouvent a un certain nombre de degrés au-dessus de l´horizon. Le reste, c'est l'affaire des amoureux dans les parcs”.
(Nikos Kavvadias, Le quart)

En una librería de usado me encuentro “Le quart”, la única novela del poeta y marinero griego Nikos Kavvadias. Es una novela llena del espíritu del rebétiko, toda mar, alcohol, sífilis y amores patéticos. Vidas que son como puñetazos al hígado, repetidos, sin piedad y sin sentido; historias de Penélopes calientes y traicioneras, del tiempo que mata de muerte lenta a la esperanza, de nostalgias (la más griega de las palabras) construídas de ilusión y de mentira. Vidas de Cefalonios errantes, solitarios, de océanos como charcos, y de puertos que son las orillas de un mundo hecho de agua.

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Uno de los motivos para venir a Pushkar era la Shakti School of Dance, donde Ale pensaba estudiar Odissi, la danza sagrada de Orissa, con Collena, la bailarina punky gringa, y su guruji (a quien conocí hace tres años). Pero no está aquí ninguno de los dos: la gringa está en gringolandia y el guruji en Orissa. No obstante la desilusión, Ale encontró a una gitana para que le enseñara danza gitana rajastaní, o “kalbelia”, y ella y la Edy están bailando todos los días al mediodía. No hay mucho que hacer en Pushkar y me paso el día leyendo y tomando cafés, contemplando un perfecto cielo azul, un sol que se pone, una luna casi llena que se levanta, monos taciturnos, vacas, peregrinos. Edy trajo el bag'in'box de vino orgánico de Giulio que le encargué, y al anochecer hacemos el aperitivo alla italiana, con rosso toscano y samosas de papa.

Monday, February 15, 2010

PUSHKAR?



Pushkar. Pushkar?
El lago está practicamente desaparecido y los letreros que anuncias que está prohibido caminar con zapatos por la orilla, dada su santidad, parecen koans que apuntan a la naturaleza paradójica de la existencia o a la urgente redefinición del término orilla. La frontera entre la tierra y el agua, o una línea imaginaria (simbólica, ritual) entre lo sacro y lo profano? Brahma creó el universo material en este lago que los seres humanos miles (millones?) de años después, secaron por error: querían limpiarlo, lo vaciaron, y nunca volvió a llenarse. Una versión más del viejo adagio taoísta: no interfieras con el orden natural de las cosas. Hace tres años Pushkar era un pequeño paraíso a orillas del desierto, fresco y vivo, mientras que ahora hay en el aire un olor a decadencia y desesperación. Uno espera que el agua vuelva, y que esta sequía sea parte de un ciclo de una escala mayor que la humana, y que el lago haya estado seco antes, quizás, alguna vez, en tiempos olvidados. Pero el hecho es que este año el monzón vino y se fué, y dejó al lago seco otra vez, y la esperanza de un futuro mejor no le resta amargura al dolor de decir aquí había un lago, hermoso y sagrado. Pushkar ya no es la misma. Ahora es un pueblo polvoriento más, a orillas del desierto, y me pregunto que harán los monos si el agua no vuelve.
Estoy sentado en las escaleras de uno de los ghats, en un extremo de lo que fuera el lago, contemplando el gran llano en el que pasta una vaca solitaria y unos niños levantan al viento una cometa casera, naranja, de mala hechura. Frente a mí, del lado oriente, hacia Ajmer, sale el sol. Sale tarde, detrás de los montes, y por más que se levante por el cielo sigue haciendo frío: es el viento que llega del norte.
Estamos sentados, todos, alrededor del vacío, como esperando que suceda algo.

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No obstante todo, hay aún mucha belleza, que gira en torno a los últimos charcos de agua.


OLD DELHI


Ya llegó la Edy, a tiempo para pasar una navidad eléctrica en Delhi. Tenemos un tren para Ajmer esta noche, y todo el día para pasear por la vieja Delhi. Primera paradaÑ el gurudwara en Chandni Chowk, con sus recuerdos de hace ocho años, cuando vine aquí con Eugene, y más recientemente de mi estancia en el Templo Dorado de Amritsar. Comemos en el comedor común, o langar, y seguimos nuestro paseo por el corazón caótico del viejo Delhi, caminando hasta el Lal Qila, o fuerte rojo, al que no entramos, y luego seguimos hacia Jama Masjid, la gran mezquita, a la que llegamos a la hora de la plegaria, la última antes de la puesta del sol. El viejo Delhi es el purgatorio de Dante pintado por el Bosco, y es agotador para los sentidos, para el cuerpo y para la mente. Volvemos a Pharganj atravesando el barrio musulmán, y solo los vehículos de motor y las luces eléctricas nos avisan que no estamos en la edad media. En un pequeño negocio de accesorios coránicos Edy y yo compramos unos atriles de madera que sirven usualmente para leer el corán, pero que destinaremos a otras lecturas, seguramente más profanas.
Ha caído la noche. Estamos muertos de cansancio en la estación de trenes de Old Delhi esperando nuestro tren, el Ahmedabad Mail, que viene con casi una hora de retraso. Hace mucho frío.

Sunday, February 14, 2010

VARIATIONS ON A PRIMATE


“All that showy technology in the paws of a band of primates who in terms of their emotions are barely advanced beyond the level of baboons. They're chimpanzees with bulldozers, monkeys with bombs. It's a dangerous situation, but that's okay: danger is the perfume of change, and change is the future's vocation”.
(Tom Robbins, Villa Incognito)

I begin writing in this notebook on Christmas Eve, here in the heart of Paharganj, New Delhi's crazy main bazaar. I had never been here in winter and the days are cool and sunny; a poor sad sun that hardly finds its way through the thick smog, the fumes, the dust, the aerial shit that flies around in Indian cities, and slowly but steadily fills our lungs, our blood, our brains. The nights are cold and silent, empty, sad, like under a self-imposed curfew; the power-cuts accompanied by the far-away buzz of diesel-engine generators. It is a very retro vision of a bleak future where neon signs have lost their juice and would be advertising long forgotten businesses anyway, where noise prevents all conversation, and where world-weary travelers have become the sharks, the touts, and the local merchants their innocent victims. A moto-rickshaw driven by a middle-aged turbaned sikh runs over a dog who simply walks away without a squeal, a minor, almost non-existent event in the core of absolute chaos of which I am the only witness. The banana sellers, the beggars, the myriad souls attached to their mortal coils, fighting their way through time and space as well as they can, crossing streets as they cross existences with one another in a million simultaneous little ways, making infinite patterns of being in the dense web of life and death. Each and everyone dispensable, exchangeable, forgettable, and yet somehow unique inside their little brains, their puny little hearts that beat thump thump sometimes faster as when a moto-rickshaw runs over you, sometimes slower as you are lost in silent contemplation of nothing, daydreaming, all motion suddenly stopped, all time forgotten, for a brief instant that lasts forever. This is no place for Christmas, there are far too many other festivals as it is, and fat rosy-cheeked old men with white beards dressed in red velvety outfits would be too exotic, too flashy a symbol of abundant excess for the overall squalor, the never ending layers of greyness and decomposition, of rot, of crumbling and decay, of overlapping strata of misery and petty greed. The dirty skies blend with the dirty ground which fades into an even dirtier, more mysterious underground; a city of rats and cockroaches, maggots and feces: a cosmic sewer made of three elements: the earth, the air, the water. A world where only fire purifies. This is apocalypse now. Not one great conflagration but a million little apocalypses bursting or decaying amongst total indifference. Each and every single form of life an unsung martyr. The monkeys, who are wiser men than us, are now all gone from Paharganj.

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Saturday, February 13, 2010

CYBER-BRAMINES



"I should be tempted, if I were ten years younger, to make a journey to India -not for the purpose of discovering something new, but in order to view in my way what has been discovered”.
(Johann Wolfgang von Goethe, 1787)

Es lunes 21 de diciembre y estoy terminando de leer el libro de Naipaul en mi sillón favorito del Café Sala en Bengali Tola. Hoy por la noche nos vamos en tren a Delhi, a donde iremos para renovar el pasaporte de Babu, y a recoger a la Edy para luego irnos a pasar año nuevo a Pushkar, en Rajastán. Estaremos de vuelta en Varanasi en un par de semanas, por lo que hemos decidido conservar uno de los cuartos que tenemos en la casa, dejar ahí parte de nuestras cosas, y viajar con lo mínimo.
Hoy tuve una clase de sitar muy intensa. El rag yaman se expande y crece y se multiplica y surgen ritmos nuevos y figuras geométricas (los “tan”) cada vez más largas y complicadas, siempre precisa y matemáticamente exactas, y que vuelven al primero, segundo, noveno, o duodécimo tiempo del patrón de 16 o “teen-tal”. It blows my mind.
Shyam está haciendo un doctorado en la BHU y el tema de su investigación es la música clásica orquestral en la India del norte. Como casi todo en la India, no hay mucho registro escrito de nada de lo que sucedía hace más de cincuenta o sesenta años. El famoso “sentido histórico” es algo apenas en estado formativo en la India (inculcado paradojicamente por los ingleses), y probablemente crezca en oposición al sentido mitológico y a la tradición oral, que han ido siempre de la mano, en esta civilizacion como en otras.
Shyam, como su primo Sandip, pertenecen a una nueva generación que mira hacia afuera, que sueña con viajar, que está en contacto cotidiano con gente de todo el mundo. En ellos vive, en aparente contradicción, el brahmín con su hilo ritual y su marca en la frente, vestido con su dhoti, y el joven moderno que va en moto a la universidad y habla con los amigos usando el último celular Nokia (mucho más moderno que el mío, aunque no soy buena referencia). Esa es la India de hoy, y en el equilibrio sutil, en la coexistencia entre esas dos tendencias está su futuro. Pero el futuro es un libro abierto, y sus páginas están en blanco.

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Wednesday, February 10, 2010

LITTLE STAR


Hoy es la “función anual” de Baby Paradiso, la escuelita de Bernardo, y para la ocasión alquilaron el auditorio del Durga Charam Girls Inter-College, en Sonapura, un barrio antiguo de Varanasi, no muy lejos de donde vivimos. A Bernardo lo vistieron con pantalón negro y camisa blanca con moñito “papillon” (no como sale en la foto), y lo maquillaron como al maestro de ceremonias de Cabaret. Le toca cantar “twinkle, twinkle, little star”, aunque por más que ensayamos se salta siempre una parte, dejándola así: “up above the in the sky”. Entre el público hay sobretodo mamás y abuelos y hermanitos, y algún papá que no se pudo escapar. Las mujeres vestidas y maquilladas para la importante ocasión, con la elegancia de gente humilde y digna. No son aún las cinco de la tarde y ya empieza a hacer frío en el auditorio al aire libre, que seguramente hace las veces de patio para el recreo. Los avisos, la invitación, todo está en hindi, y las sillas de plástico son rojas.
La ceremonia inicia con grandes formalismos rituales, con guirnaldas para los invitados de honor (un viejo señor y su señora que no sabemos quienes son), discursos interminables en hindi (entendí solo “global warming”), y la entrega de los premios del año escolar anterior (otra media hora), y luego finalmente los numeritos de baile y canto, en puro estilo de Bollywood, que es sin duda la forma de cultura popular por excelencia en la India de hoy. No puedo creer que me estoy aventando tres horas seguidas de función infantil! Que alguien me rescate pronto! Auxilio! (y Bernardo sigue sin salir a escena…). Luego, cuando fue su turno apareció y se paseó estupefacto por el escenario, dando vueltas agarrado de las manos con otros enanos, murmuró su “twinkle, twinkle” y se bajó del escenario en trance, extático, cargado de la adrenalina del “show-business”.
Y así cayó la noche y exhaustos volvimos a casa, en un cycle-rickshaw, entre el tráfico de Gowdalia road y la inevitable nube de polvo y esmóg.

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Tuesday, February 9, 2010

LIKE A FISH NEEDS A BICYCLE




mutinous communities
i like the sound of it
it is like one long word
or two words inseparable
like commuter immunity
or belly-button-ring
which is three words, actually,
meaning one simple thing
in the middle of everything;
like four-lettered-words
a five-word-sentence
is blowing in my mind
now

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En todos lados se cuecen habas, y descubro, con algo parecido a la tristeza, los trapos sucios del sikhismo que Naipaul desvela, uno por uno, en su capítulo “The shadow of the Guru”. Un movimiento religioso nacido con la intención de eliminar diferencias pero que poco a poco había evolucionado hasta convertirse en una religión distinta, que como todas las religiones, lo que hace es marcar diferencias. Ahora tengo la visión de un sikhismo dividido entre Nirankaris, o reformistas, y Amritdharis, o fundamentalistas (literalmente “los que han bebido del néctar”, una ceremonia de confirmación de la fé que convierte al sikh en una especie de brahmín, o de born-again sikh, y que no fue iniciada sino por el décimo gurú, Gobind Sing). De ahí surgen también los “chanar”, o intocables sikhs, y con el tiempo toman forma y se establecen tabús, y el sikhismo se viste cada vez más de un aura de martirio y de una pulsión hacia la muerte (“death-wish”), que si bien responde a la experiencia histórica de los sikhs, siempre en guerra, adquiere matices extremos, y no es casualidad que el néctar que beben los amritdharis sea simbólicamente mezclado con la espada del Califa Alí de los chiítas, mártir excelsis, yerno y sobrino del profeta Mohamed. La religión de la unidad vive en pie de guerra, y no solo hacia fuera, sino hacia adentro de la comunidad también, y los reformistas comienzan a ser considerados heréticos, y la sangre corre. El sikhismo empieza a parecerse cada vez más a un monoteísmo estándar, a una religión “del libro”, una religión de profetas y revelaciones, de líderes exaltados, como Bhindranwale, de fundamentalismos y alienación, de lucha armada y de terrorismo, que no hace mucho, en 1984, puso en jaque al estado Indio, en una serie de acciones y reacciones que terminarían con la masacre en el Templo Dorado de Amritsar (la infame “Operation Bluestar”, en la que moriría, entre muchos otros, el líder carismático del fundamentalismo sikh, Bhindranwale), y con el asesinato de Indira Gandhi por manos de su guardia personal (todos sikhs) en su casa en Delhi. Y cabe mencionar que sus guardias la asesinaron no tanto por haber masacrado a Bhindranwale y sus secuaces, sino por haberlo hecho dentro del recinto sagrado del Templo Dorado.
Del millón de motines de la India el de los sikhs es uno grande, y la rabia vive dentro de la comunidad sikh, y es parte de su conciencia colectiva. Que gurú Nanak me perdone, pero el mundo necesita una nueva religión como un pez necesita un paseo en bicicleta al aire libre.

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Saturday, February 6, 2010

POUND FOR POUND



“To awaken to history was to cease to live instinctively. It was to begin to see oneself and one’s group the way the outside world saw one; and it was to know a kind of rage. India was now full of this rage. There had been a general awakening. But everyone awakened first to his own group or community, every group thought itself unique in its awakening; and every group sought to separate its rage from the rage of other groups”.
(Naipaul, A Million Mutinies Now)

There is, Harry ponders, some of this rage in the Mexican too, which comes from this awakening of historical consciousness. Rage is one of the founding-stones of the oppressed, of the misunderstood, of the betrayed. As India has Islamic invasions and its British colonial past, so does Mexico have Spain’s cultural engulfment and the United States’ neo-colonial pillaging and raping (although since Spain is, for better or for worse, a part of what Mexico “is”, the rage is mostly directed against the U.S.). And rage is exactly the word that correctly expresses what Harry feels when someone refers to the U.S. as “America”. The symbolic appropriation and possession, in one simple word, of an entire continent: the fucking back-yard. So, you don’t have a proper name for yourselves? Just call yourselves gringos, from Gringoland, that’s what Harry’s Mexican grandpa used to say. There is a rage in the witnessing with impotence as the victor, once again, writes history to serve his purposes, turning the Hitler-like anschluss of Texas, New Mexico, Arizona, California, Colorado (“Half our territory”, the Mexicans like to remember, with a resignation only slightly tinted with rage), into fairy-tales involving the heroics of cowboys and silly guys wearing beavers on their heads. Only the best men in the US opposed the barbarity and sheer injustice of the Mexican-American wars, and to Henry David Thoreau I bow down. There is rage in the cruel and useless war on drugs that is bleeding Mexico’s heart dry. Drugs that Americans cannot do without, yet which they hysterically and puritanically prevent from being legal: and thus the war: you give us cocaine and heroine and we will pay you back with our surplus guns; definitely not a good deal, Harry thinks (leave us the drugs and keep the guns!). Someone once told Harry in the streets of Gdañsk, that Poland and Mexico shared the same sour fate of having a big mean brother living next door. Brother?, said Harry, surprised, Yes, said the Pole with a sad grin, one cannot choose family, but is forced to live with it. There is rage, rage everywhere, even in this “family” business. There is rage in Nafta, in the pathetic inequality of an agreement for the free movement of goods and money, but not of people, rage even in these mixed-feelings, this “amor-odio”, which attracts and repels with equal force, which pulls the Mexican towards the “American way of life”, and then makes him hate what he has become. We are a schizophrenic nation, and our identity is, today, more and more sculpted in opposition to this overpowering other than it is in accordance to any other communal, religious or regional feelings of belonging, or to any positive idea we might have of who we are. Thus the importance of symbols: the flag, the guadalupana, el tri. The holy trinity. This identification through opposition curiously, sadly perhaps, is what makes the identity strong.
There are, of course, a number of communal groups in Mexico, divided by region and ethnic origin, and especially by economic status (classes, no castes), but nothing like the internal divisions of a country like India, or of the United States, either. For Mexico is, in that sense, the true melting pot. Mexico opens his/her arms to embrace all, irrespectibly of race, creed or provenance. That is why even I, as much a Maltese-gringo as I am a Mexican, am really a Mexican. No one has or will ever doubt my mexicanness, except for, occasionally, people outside Mexico with a racial view of national identity and belonging, who will stare blankly in my eyes and say “you don’t look Mexican”. And there is a rage there too, ponders Harry, in the doubting of your identity there is a subtle form of an extreme violence, a small, symbolic anihilation of the Self. But Harry is used to it by now, he has formed a shell, like a tortoise, a hard and rubbery, yet light and flexible shell: to him the doubting of his communal sense of belonging is merely a sign of the other’s ignorance of what that sense of identity is, of his prejudice. I could go on and on, thinks Harry, but to what purpose? All this ranting is like kicking a bucket in frustration for something you know deep inside there is no remedy. And yet it feels good to rant, once in a while.
Memories of the old bar in Gdañsk came to Harry’s mind as he thought all this. The tall beer glasses and the shots of vodka, so early in the morning, and the small wiry man, the sailor on leave, an ex-boxer who admired Julio César Chávez, best boxer in the world, ever, he said, raising his glass, pound for pound. Mexicans make good boxers, like Poles and Irishmen: there is all that rage inside, for sure, but most of all they can take a good beating. It was may and the baltic air was very cold, but the vodka made us warm inside.

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Friday, February 5, 2010

EL SECRETO DE LA FLOR DORADA



“When you come to think of it, playing or listening to music is a pure luxury, an addiction, a waste of valuable time and money for nothing more than making elaborate patterns of sound. Yet what would we think of a society which had no place for music, which did not allow for dancing, or for any activity not directly involved with the practical problems of survival? Obviously, such a society would be surviving to no purpose”.
(Alan Watts, The Book)

Hoy, por ser domingo, nos juntamos a ensayar en casa de Shyam y Sandip, para hacer otro intento de fusión east-west. Esta vez hay un poco más de equilibrio porque invité a Léon, un francés que toca el violín y que está bien habituado al klezmer y al balcánico. Propuse como base el tema de “La buffet”, y de ahí comenzamos a explorar la escala (Rag Ram-Kali, dijo Shyam) y los ritmos, y a darle una estructura, que para los indios significa la santísima trinidad de alap, jhod y jhala (que es algo así como introducción libre, parte central, y finale in crescendo). Apareció también un amigo de ellos que canta como los mismísimos ángeles (ángeles en forma de Nusrat Fateh Ali Khan). Fue maravilloso ver como evoluciona una idea musical a partir de una frase, un ritmo, y se convierte en algo nuevo, único, insospechado. Esa, precisamente, es la belleza de estos encuentros.
Después de tocar comimos juntos en la cocina de la casa, a la manera india, sentados en círculo en el piso, y con las manos, el arroz, las lentejas, el sabji y los chapatis que nos servía la mamá de Sandip.

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Todas las mañanas pasa el lechero y nos deja un litro de leche fresca, a veces de vaca y a veces de búfala, que hervimos apenas llega para que no nos haga daño. Hoy, por casualidad, Ale descubrió los chongos zamoranos, por el simple error de dejar cocer demasiado la leche, hasta quemarla: horas después los “chongos” se habían separado completamente del suero, y nos los comimos con miel. Yo me imagino que esto sucede solamente con la leche bronca, pero fue una deliciosa sorpresa.

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Nuestros días están llenos de música: trompeta, sitar, flauta, violín, tabla; horas y horas de estudio hasta que las manos duelen y la cabeza sigue haciendo fraseos y ejercicios cuando debería estar descansando ya, saregamas, doremis, un dos tres, un dos tres, un dos, un dos, undóstres, undóstres, úndos, úndos, y así, en espirales constantes, armonías sobrepuestas, quintas, terceras, segundas disminuidas, música india, judía, gitana, rusa, ojos negros, rag ramkali, estructura e improvisación; ritmo, sobretodo ritmo. Todo suena: las calles, los pies, el agua, las voces, hasta las cometas allá arriba; de día, de noche, dormidos y despiertos; el silencio, bien sabemos, es música también.

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Thursday, February 4, 2010

MORE MONKEY BUSINESS



“’Indians are basically a very violent people. (…) Killing a man is nowhere considered contrary to any ethical code. You must understand that the Ramayana and the Mahabharata rule the everyday religious code of the Hindus, just as the Koran does for the Muslims, and these are books which extol killing for a greater purpose. I should think that, like any other Indian, I had no sense of ethical outrage in advocating killing for a cause.’
‘Gandhi?’
‘Of the many ideals of Gandhi which the Indians didn’t accept, ahimsa, non- violence, stands out most’.”
(Naipaul, entrevistando a un ex-miembro del movimiento Naxalita, Partido Comunista de la India Marxista-Leninista, en India: A Million Mutinies Now)

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Monkeys! Bhandar!
Todos los días en Varanasi se lleva a cabo la eterna batalla entre monos y hombres. Los monos recorren los techos, paredes, cornisas, postes y cables de la ciudad, su habitat desprovisto ya casi totalmente de árboles, asesinados por los hombres en su obsesión constructora: donde había bosque hay edificios, y los monos sin saber porqué viven ahora en una selva de concreto. Es una guerra de baja intensidad, y los monos roban comida, con pequeños gestos de violencia dirigidos exclusivamente a asustar al humano desvalijado y no a dañarlo (aunque muchos han sido mordidos alguna vez por un mono, lo que conlleva varias visitas al hospital para recibir inyecciones contra la rabia), mientras que los humanos los alejan con palos y gritos de “Jaat!” Los monos están vivos y son libres en la India porque son sagrados: son súbditos de Hanuman, Rey de los Monos, héroe del Ramayana y mayor aliado del dios Rama; Hanuman es hijo del viento y ha adquirido él también la indiscutible e insuperable categoría de dios.
La relación entre monos y hombres es, no obstante, difícil y frágil, y los monos a estas alturas prefieren evitar con nosotros el contacto visual (yo haría lo mismo si fuera un mono), mientras que todas las casas están protegidas por barrotes y alambrados que uno podría pensar servirían para evitar robos de ladrones humanos, pero que en realidad están ahí para evitar que se metan a la casa los monos.
Hay muy cerca de nuestra casa uno de los últimos árboles que quedan en la parte vieja de Varanasi. Es un banyan, un laurel enorme y seguramente pluri-centenario, de múltiples troncos e innumerables ramas e infinitas hojas. Un bosque entero en un árbol, y en él se refugian, como en un parque, las familias de monos, mientras que a sus pies los cachorros de humano están de luto por los cometas multicolores que ahora adornan sus ramas.

“I am a banyan tree,
standing here,
for hundred and three years,
breathing, watching!
A silent witness to many
stories, events and people…”
(Geeta Radhakrishna)

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Tarde de paseo por la Universidad Hindú de Benares, conocida aquí como BHU, con el pretexto de ir a unos conciertos en la escuela de música. El campus, en el típico estilo neo-colonial, es un remanso de paz y de verdura en medio del caos de la ciudad, y gozamos de la pausa en nuestra rutina cotidiana: ghat principal-ashram-Bengali Tola. En el campus hay un gran templo dedicado a Visnhu, y en uno de los puestos de la entrada nos comemos unos deliciosos buñuelos con chai.
Hoy se fueron hacia el sur nuestros amigos Vincent, el holandés, y Moran el israelí, que eran lo último que quedaba de nuestra vida social. Anoche, a manera de despedida, fuimos a cenar a un restaurancito nepalí lleno de israelís: era Hanukah y se la pasaron cantando en hebreo y encendiendo velas. Hanukah es una festividad relacionada con la destrucción del templo de Jerusalem por parte de los griegos, y su simbolismo, según la madre de Morán, es el de sacar a la obscuridad de nuestros corazones para dejar entrar la luz del amor. Los padres de Moran están aquí de visita, y el padre es particularmente interesante, ya que es un judío de Bombay que emigró a Israel hace unos treinta años. Habla hebreo, hindi, y maharati, además de un inglés à l’indienne. Se dirigen ahora a Bombay, precisamente, a visitar a los pocos parientes que les quedan, la más cercana de las cuales es una tía casada con un hindú; la ya pequeña comunidad judía debe de estar reduciéndose cada vez más, entre los matrimonios mixtos y la emigración a Israel.

Tuesday, February 2, 2010

MAYA



“In Christian thinking the eternal opposites are to forces of good and evil. In Hindu or brahmin thought the opposites are worldliness and the life of the spirit. One can retreat from one to the other. When the world fails one, one can sink into the spirit, the idea of the world as the play of illusion.”
(V.S. Naipaul, A Million Mutinies Now)

Hace mucho que las ciudades occidentales no huelen a nada, y cuando lo hacen se trata siempre de caucho y gasolina quemada. Los olores de ciudades occidentales que tengo en mi memoria son olores de metros: el metro del deefe, el de Londres, y especialmente el de Paris, cuyo olor me reconforta, trayéndome felices memorias de la infancia. Pero al salir a la superficie, una vez fuera de los túneles del subterráneo, nada, tan solo smog, sobretodo en el deefe; son ciudades cada vez más asépticas, inorgánicas, esterilizadas, recubiertas de plástico y celofán. Las ciudades asiáticas, en cambio, como las árabes, tienen cada una un olor particular, no necesariamente desagradable, ni agradable tampoco. Cada una tiene su fragancia única, irrepetible, su hedor, su popurrí de olores dulces y amargos, sutiles como una guirnalda de flores marchitas, y tajantes como el plástico y el estiércol quemados. Y Varanasi, no es ninguna excepción, por el contrario, Varanasi emana un perfume inconfundible y poderoso que me imagino ha de olerse por kilómetros a la redonda, y hasta las capas más altas de la estratósfera. Es un olor ligeramente enfermizo y perfectamente balanceado de origen animal, vegetal y mineral, en distintos puntos de frescura, cocción y descomposición; un olor permanente y omnipresente cuyo equilibrio se rompe solamente al acercarse uno a una de las fuentes de sus componentes individuales, como una pila de basura en llamas, una pared utilizada como letrina al aire libre, un templo, el bazar de las especies, un establo. No desaparece ni por las noches, ni por la mañana, y se compone principalmente de orina y excrementos de, en ese orden, vacas, humanos, perros, y monos (nunca he visto cagar a un mono, se ve que son más discretos que nosotros), especias, hierbas y raíces de olor (cardamomo, clavo, cilantro, mostaza, jengibre, comino), productos devocionales como el incienso y las flores, mantequilla clarificada (ghee), aceite y parafina, keroseno y gasolina (crudos y quemados), carbón, sudor humano y vacuno, tabaco, especialmente en forma de beedis, esos cigarritos de hoja muy baratos, piel quemada por el sol, esencias de flores y aceites de coco y de amla, desagües abiertos, estancados, basura orgánica fermentada, carne humana a las brasas que sube de las piras funerarias, leche y azúcar quemados, frituras varias que surgen de cada pequeño negocio en cada esquina; olores pungentes y dulces, ligeramente marchitos, mohos febrilmente reproduciéndose en los recovecos, a la sombra de los callejones medievales, y el vértigo nauseabundo de los vapores de los carburantes opacando apocalípticamente a un sol cansado.

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Hoy se va Ixchel. Ayer, in extremis, terminamos de grabar una rola trance tribal con un fuerte sabor indio: la voz principal es la de la trompeta (hay también voz y violín), y quedamos contentos ambos con el resultado. Grabar en Varanasi fue un calvario porque no hay un minuto, ni un rincón de silencio en toda la ciudad, y la recorrimos de arriba abajo buscándolo infructuosamente.
A su regreso a Austria la va a terminar de mezclar, junto con otras siete rolas que hizo durante su estancia aquí, y por ahí de enero o febrero me enviará la versión final. Fue un gusto y una sorpresa verla por aquí.

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Monday, February 1, 2010

MORNING TEA



something very unreal in the air

like time suspended from a string:

an oil painting in the faded pastel

colours of memory revisited

slightly off but not unpleasant

like a small dose of lucy

in your morning tea.

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